2001: Una odisea del espacio
Pocas películas en la historia del cine pudieron provocar en el pasado tantos debates como 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Porque, pese a ser una película de culto y obra maestra del cine de ciencia ficción que consiguió marcar desde entonces y para siempre el género (influyendo en directores de la talla de George Lucas o Ridley Scott), contiene ciertos elementos en su trama que pueden ser interpretados desde un punto de vista filosófico, científico o, incluso, religioso.
La interpretación de alguno de esos elementos fue desvelada por el propio Kubrick años más tarde, según pudo conocerse en una entrevista concedida en 2018 por el director en Japón, en la que, al fin, explicaba el significado de la última escena. Sin embargo, el más recordado de los elementos de la película, el icónico monolito, continua, aún hoy, estimulando apasionadas discusiones sobre su significado.
Las más recordadas en España fueron las que radiaba el famoso crítico de cine Carlos Pumares en su maravilloso y ya desaparecido programa de radio Polvo de estrellas. En todo caso, el monolito no deja indiferente a nadie y la mayoría del público lo encuentra, sin más, incomprensible.
Esa misma sensación de auténtica incomprensión la lleva sufriendo la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo desde hace más de cuarenta sesiones de juicio. Sobre todo, tras muchas jornadas escuchando las testificales propuestas por las defensas de los acusados. No en vano, y a punto de finalizar ya el período de prueba testifical, ni los magistrados del Supremo, ni muchos de los abogados que siguen el desarrollo del proceso penal, son capaces de averiguar cuál puede ser el propósito de la gran mayoría de los testimonios escuchados hasta ahora. De hecho, no es ningún secreto que existe un gran malestar entre los magistrados del Tribunal ante una estrategia de defensa que no alcanzan a comprender.
Así las cosas, y como si un gran monolito se hubiera instalado en mitad de la sala de plenos del Alto Tribunal, durante esta semana que acaba se pudo asistir a un desfile de sorprendentes comparecencias, pudiendo oírse desde a un payaso, a votantes del 1-O, pasando por un profesor de colegio donde se instalaron urnas prohibidas y a un abogado que prestó servicios jurídicos gratuitos a los que se animaron a depositar su voto en un referéndum cuya prohibición y manifiesta ilegalidad era "imposible no conocer", tal como declaró la testigo y filósofa Marina Garcés. Todos ellos aprovecharon el altavoz mediático que supone el juicio al procés para, en mayor o menor medida, provocar al tribunal. Y así fue como, en la jornada 44 de la vista oral, se produjeron los encontronazos más sonados entre Marchena y los testigos. Unos porque intentaron expresar sus críticas por la decisión de no dejarles prestar testimonio en catalán. Otros porque pretendieron colar en mitad del interrogatorio críticas a la decisión del Tribunal Constitucional de prohibir el referéndum ante la cual "alucinaron"; o porque se permitieron la licencia de manifestar que conocían a los acusados "debido a la represión". Todos ellos se llevaron, eso sí, la pertinente y oportuna reprimenda de Marchena e, incluso, comentarios irónicos como el que dirigió al payaso Jordi Pesadorrona: "¿O sea, que son ustedes amigos de represión?" Silencio en la sala.
Batalla perdida
Como hiciera Pumares con el monolito de 2001: una odisea del espacio en su programa radiofónico, algunos todavía aspiran a desentrañar qué es lo que han pretendido las defensas con la práctica de unas testificales como las referidas más arriba. La respuesta puede ser, sencillamente, que los abogados de algunos de los acusados ya han dado el juicio por perdido y, en realidad, tienen fijada su mirada en un eventual recurso ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Sea como fuere, va quedando menos para rematar el juicio y veremos si los alegatos de las defensas nos desvelan por fin, como lo hiciera Kubrick en aquella entrevista extraviada, qué significado pueden tener para el resultado del pleito unas testificales que, monolíticamente, se han centrado en relatar la votación del 1-O y el supuesto uso desproporcionado de la fuerza por parte de la Policía. Porque, y conviene no olvidarlo, las acusaciones que pesan sobre ellos son por los delitos de rebelión o de sedición, desobediencia y malversación.
Víctor Sunkel Abogado penalista