El bueno, el malo y el feo
En la historia del cine hay pocas películas que han conseguido ser reconocidas unánimemente como obras maestras. Y una de ellas es El bueno, el feo y el malo. Y no es fácil alcanzar un consenso. Ni en el cine, ni en ningún otro aspecto de la vida.
Pedro Sánchez, en cambio, lo ha conseguido en unas pocas horas. Ha logrado, y justo es reconocérselo que, por vez primera, todas las asociaciones de jueces, alguna asociación de fiscales -APIF- e, incluso, determinados colegios de abogados de España hayan publicado su repulsa al acuerdo de amnistía que el PSOE ha alcanzado hoy con JUNTS.
Ahora, sólo queda por ver quiénes son el Bueno, el feo y el malo.
El bueno, qué duda cabe, es nuestra ya maltrecha Constitución, que hoy ha salido malparada, gracias a Sánchez, y no olvidemos a quien le apoya: todos los diputados del PSOE, PNV y ERC, entre otros. Por su voluntad, la Constitución del 78, tal y como la hemos conocido hasta ahora, ya no existe de facto. Y es muy sencillo entender por qué: la separación de poderes -esto es el ejecutivo, el legislativo y judicial es ya una quimera. Gracias a este ignominioso pacto, el ejecutivo ha eliminado al judicial. Los procesos judiciales pasados (con sus sentencias ejecutivas), los procedimientos en marcha (con el llamamiento a investigados) o los futuros casos penales que tengan que ver, directa o indirectamente, con el proceso independentista catalán (¡desde 2012!) jamás podrán ser enjuiciados. Los CDR, los políticos que malversaron, los políticos que desobedecieron los mandatos judiciales y, en definitiva, los políticos y sus adláteres que pusieron a este país en jaque podrán seguir, como si nada, sus existencias. Al más puro estilo “Men in black”. Eso sí, no esperen que a Ustedes les apliquen, si acaso, los mismos parámetros. No somos dignos de tamaña gracia.
El feo, como siempre ocurre en España, terminará siendo nuestra Justicia. Según se reconoce en el canallesco documento rubricado por el PSOE, al parecer, en nuestro país existe lo que lo algunos débiles mentales han venido a catalogar como “lawfare”, que, traducido a nuestro idioma, se supone que significa que, en España, se ha usado la Justicia como arma arrojadiza contra los independentistas y, por tanto, con fines partidistas. O lo que, de otra forma, puede traducirse en que, Usted y yo, y sin saberlo, hemos estado viviendo en una pseudodemocracia en la que los jueces se han dejado manipular por esto y por lo otro persiguiendo oscuros e inconfesables designios. Esto, para ellos, es parcialmente cierto, ya que en las redes sociales podrá encontrar multitud de ejemplos de alabanza a nuestro sistema judicial cuando las sentencias recaían al otro lado del espectro político.
Y el malo, resulta ser, sin duda, Pedro Sánchez. El mismo que ha empeñado todo el crédito del país en provecho propio sin titubear en desprestigiar todas las instituciones del Estado (les reto a que me nombren una de ellas que no haya sucumbido al manoseo del Ejecutivo). El mismo Sánchez que hoy ha dilapidado, y lapidado, a jueces de todo el país, poniéndolos en la picota de una futura revisión de sus actividades y a los que señalarán con una estrella amarilla. Todo porque fueron jueces -y algún fiscal- valientes que osaron cruzarse en el camino del líder socialista que siempre ha mostrado estar ávido de poder.
Hay bandas sonoras que no es posible olvidar o que, sencillamente, son y serán por siempre fácilmente reconocibles. La de El bueno, el feo y el malo es una de ellas. Esa melodía y acordes de harmónica nunca podrán ser tocados sin que nos venga a la memoria los fotogramas del filme.
Lo mismo ocurrirá desde hoy. Ningún demócrata que se precie podrá jamás olvidar este día sin rememorar los acordes de un Sánchez rendido ante los independentistas. Ningún ciudadano español, desde hoy, podrá escuchar los sones de la rendición ante Puigdemont sin que le venga a la mente el rostro de Pedro Sánchez.
Él se tendrá por guapo y bueno. Pero para mí, desde hoy y por siempre, será el malo y el feo. Y la melodía que le acompañará será la de un entierro: el de nuestra Constitución.
VÍCTOR SUNKEL