Pedro Sánchez y el 'zumbido de Taos'
Taos se ubica en el desierto de Nuevo Méjico y, además de ser uno de los primeros asentamientos de españoles en lo que hoy es Estados Unidos, acogió el rodaje de algunos filmes del género western. Sin embargo, desde los años noventa, Taos es más conocido por un misterioso ruido que, al parecer, proviene del cercano desierto y que lleva amargando la existencia de cuantos osan acercarse por allí. El sonido, conocido como el zumbido de Taos, no tiene, por ahora, explicación científica, pero lo cierto es que todos, salvo excepción, lo perciben, ya sea como un silbido de baja frecuencia o como el sonido de un motor diésel en la lejanía.
En España, y desde ya hace algunas semanas, una buena parte de su población viene percibiendo un chirrido, un desagradable ruido, que, al parecer, proviene de la lejana Bélgica y que, salvo para el presidente en funciones (y su vicepresidenta Yolanda Díaz), resulta harto molesto. El sonido tiene intranquila a la comunidad jurídica y judicial de España, puesto que algunos lo han descrito como el ruido de una amnistía; otros como el desconcertante murmullo de una Ley de Alivio Penal; e, incluso, hay quienes han afirmado -como Yolanda Díaz- que, si se agudiza el oído, pueden percibirse hasta tres tipos de amnistías distintas. Al parecer, el primero en advertir el dichoso zumbido fue nuestro Tribunal Supremo y, particularmente, el magistrado Pablo Llarena, quien, desde que notó el sonido por vez primera, no deja de mirar con recelo hacia la madrileña calle dedicada al músico napolitano Domenico Scarlatti, donde se encuentra la sede del Tribunal Constitucional.
Lo curioso del fenómeno es que, antes de las elecciones de julio de este mismo año, ningún miembro del actual gobierno de la Nación parecía percibirlo, ni tan siquiera en la lejanía. Lo tachaban de simple disparate. De cuento de viejos que sólo perseguía agitar los ánimos de la población. Sin embargo, ya no resulta posible ignorarlo porque, cada día que pasa, el zumbido se hace más y más estridente. Por tal razón, la comunidad jurídica ha empezado a preguntarse no sólo sobre su naturaleza y origen, sino, sobre todo, si nuestro país será capaz convivir con él.
La amnistía, se disfrace como se disfrace, o se pretenda camuflar bajo denominaciones de fantasía, supone la quiebra del verdadero Estado de Derecho, donde la separación de poderes es pilar fundamental. No en vano, la amnistía es la injerencia en el poder judicial, al que se le hurta su obligación de perseguir conductas previamente definidas como delictivas. De la misma manera, la amnistía se traduce en el colapso del fundamental derecho de la igualdad de todos los españoles ante la Ley, por cuanto vendría a significar que sólo a unos pocos ciudadanos determinados -y por razones de pura conveniencia política- no se les aplicaría el Código Penal que, en cambio, sí constreñiría al resto de los españoles y que, forzoso es resaltarlo, seguiría teniendo plena vigencia para todos, menos para los amnistiados.
Por si no fuera poco todo lo anterior, que ya es más de lo que se podía imaginar no hace demasiado, la aprobación de la pretendida amnistía tendría un difícil recorrido parlamentario, tova vez que, al abordar materia penal, debería tramitarse como Ley Orgánica, con la preceptiva exigencia de mayoría reforzada (absoluta) para su aprobación. Y aunque esta última sea, tal vez, una opinión no pacífica, el ruido que provocaría hacerlo de otra manera perduraría meses -o años- en forma de recursos de inconstitucionalidad.
Cuando en 2017 le preguntaron al especialista en acústica Geoff Leventhall sobre los efectos que causaba en los seres humanos el sometimiento constante a un zumbido como el de Taos respondió que "puede producir dolores de cabeza, náuseas, mareos, sangrado nasal, alteraciones del sueño y en casos extremos, ansiedad" y añadió que esas dolencias podrían "durar toda la vida".
El zumbido que proviene de Waterloo en forma de la más que probable amnistía para los sediciosos ya está causando daños antes de que el propio Pedro Sánchez se digne siquiera a confirmar su realidad. Pero lo que es más grave es que los efectos que puede llegar a tener el ruido de la amnistía para España son aún desconocidos y podrían durar toda la vida. Salvo que, como el Presidente, todos hagamos para siempre oídos sordos.